Hemos tardado en llegar, estos zapatos tienen demasiado tacón…pero a ella le gustan. Acudimos, como cada viernes de aquel último mes, hacía un sótano lleno de humo y ardiente vaho. Tal es la concentración de calor en el techo que asistes a una lluvia de expiraciones y gemidos, una atracción más para el grupo de voyeurs que nos solíamos reunir allí.
La música comienza a sonar…y con ella el espectáculo.
La noto ausente, no juguetea con mi pelo…con mis manos…con mis labios…como solía hacer mientras aumentaba su excitación. La miro mientras el aterciopelado licor de la copa no deja de jugar con su lengua, su mirada está fija en el suelo y el cigarrillo consumido entre los dedos de su mano izquierda.
Aquél enredo en mi estómago no me permitía articular palabra y parece que ella tampoco tiene intención alguna de hacerlo.
Termina el espectáculo... pero el silencio persiste…de pronto su mirada generará un leve movimiento…hacía él…ese mísero músico berlinés que me la estaba robando poco a poco…aunque quizá se la hubiese llevado ya…y la mujer que me acompaña en esta espesa noche sea únicamente mi soledad y no su recuerdo.