Son seres espirituales que se derraman y caen muy despacio, con la densidad y la lentitud de la cola blanca. Y llega un momento en que se instalan en tus pies, y los llevas, caminando, donde ellos quieren.
Se mueven, ya digo, lentamente pero con perpleja seguridad. Y todo esto es siniestro, como una puerta abierta en la noche, y me da miedo.
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